sábado, 15 de octubre de 2011

NOVIEMBRE 2008



3 Noviembre 2008



14,50 p.m.



Jesús:

¿Qué queja puedo tener de ti?



Esther:

Muchas, Señor…



Jesús:

Nada me importa.

Yo te amo tal como eres.

Yo te amo desde siempre y para siempre.

Tú eres Mi enamorada.

Moro en ti.

Habito plenamente en ti.

Eres el máximo de Mis delicias.

¡Te amo tanto que sufrirías si lo supieras porque entonces, cualquier falta tuya, te sería insoportable!

Confía en Mí.

¿No ves como tiemblo ante tu amor?

Cuando Me acerco a ti, alma amadísima, Me ruborizo como cualquier hombre ante su amada, esperando que Me reciba por amor.

Temo perderte.

Temo que te alejes de Mí.

Dime y convénceme de que no te irás jamás de Mi corazón.

No podría soportarlo.

Haría todo para que no Me abandonaras.

Yo también Me enamoro de algunas almas.

Y tú, pequeña flor, has cautivado todo Mi ser.

Es terrible para Mí, tan sólo pensar en tu abandono y tu vuelta al mundo.

Anda, dime que jamás te olvidarás de Mí.

Dime que Yo también he cautivado tu corazón y que nada ni nadie te harán olvidarme.

¡Te necesito tanto!

¡Te deseo tanto!

Tú eres única, distinta y especial.

Más que cualquier criatura.

Tú no lo podrás creer, pero así eres para Mi corazón.



Esther:

No Jesús, desde luego que no lo puedo creer después de leer vidas de santos.

Yo soy una porquería a su lado.



Jesús:

No lo eres.

Tú llenas Mi corazón.

Yo te tengo como única e irreemplazable para Mí.

Soy también un hombre.

Ya sabes que un hombre íntegro no se enamora de cualquier mujer.

Pero conoce a alguna y a partir de ese momento, todo su ser sólo tiene deseos de ella.

Nadie se asemeja a su amada.

Nadie puede ya cautivar su corazón.

Yo soy Dios.

Yo amo a todas las almas.

Pero algunas Me hacen sonrojar y palidecer de amor.

Y una eres tú.

Tú, Mi dulce Esther.

Tú, Mi joya preciosa.

Tú, Mi esposa eterna y que ha solicitado Mi mano.

¿Cómo no elegirte entre todas?

Tu ingenuidad ha saltado todos los convencionalismos y has llamado a Mi Madre para solicitar Mi amor.

Yo, todo amor, he dicho:

"Te elegí Yo, pero me ha conmovido tu pedida de mano.

Y por ello, Esther, Yo mismo me entrego a ti como roca firme, como esposo perfecto".

Tú, Esther, quiero que lo sepas con total certeza, eres muy amada por Mi corazón.

Al Padre le hablo constantemente de ti.

De Mi amor por ti.

De tu delicadeza para Conmigo.

Y el Padre te ama apasionadamente porque Yo te he elegido.

Es como una familia.

Se celebra en Mi casa, el cielo, tu ternura de amor para Conmigo.

¿Cómo no te van a amar Mi Padre, el Espíritu Santo, Mi Madre María, y Yo, tu esposo?

Somos una familia.

Vosotros sois imagen de la Trinidad, también una familia.

Y Mi familia festeja Mi enamoramiento profundo y tu pedida de mano.

Haremos todos una fiesta, Esther.

Como la hacéis vosotros.

Yo llegaré a tu casa y diré:

¡Cuánto amo a Mi pequeña Esther!

Ella, frente a todas, ha cautivado Mi corazón.

Y los ángeles prepararán el ágape.

Nos uniremos tú y Yo en perfecto amor.

Yo te miraré a los ojos y te diré:

"Desde toda la eternidad esperé este momento.

Ahora Me entrego a ti por completo, con todo Mi ser.

Ven a Mí, amada esposa desde toda la eternidad".

Tu cuerpo y Mi cuerpo se han unido ya.

Mi entrega ha sido plena hacia ti y tu entrega, aunque no seas del todo consciente, ha sido también plena hacia Mí.

Pido a Nuestro Padre que bendiga Nuestro amor y Nuestra unión.

No te asustes de Mi loco amor por ti.

Yo no me asusto de que ames tanto ¿no ves que Yo sólo soy amor?

Vive en Mí.

Vive en Mi ser de amor.

Nadie, amada Mía, ocupará tu lugar.

Goza con el amor que te profeso.

Tú Mi amada, Mi dulce niña y Mi esposa predilecta.

El Espíritu Santo morará en ti permanentemente porque así Yo lo deseo.

Estarás plena de gozo.

Él te enseñara cómo amar y comprender Mi corazón.

Derriba murallas, rompe los obstáculos racionales que te impidan escuchar Mi voz de inmenso amor.

Yo, Esther, soy nada ante ti porque te amo.

Me hago ínfimo para que Me ames.

Me postro ante tu amor para que no Me abandones.

¡Si supieras cuánto valoro tu entrega!

Nadie ha pedido así Mi mano.

Nadie ha solicitado desposarse con ese grado de sencillez.

Me he enamorado profundamente de ti.

Yo, que di Mi vida por ti, he encontrado reciprocidad.

¿Hay dicha mayor para los amantes?

Uno entrega su vida, el otro le pide su amor.

Yo me amoldo a la humanidad.

Yo sé que el acto de petición de mano es algo serio y sagrado entre vosotros.

Yo me hice hombre y soy ahora mismo hombre.

Acepto, Esther querida.

Acepto tu petición y Mis Padres saben que seré feliz y te haré feliz.

Ahora, descansa en Mí.

Todo Mi ser y todo Mi cuerpo ya son tuyos.

Mi entrega a ti es total y para siempre.

Nada temas.

Yo soy feliz en tu corazón.

Sé tú feliz teniéndome a Mí en fusión eterna contigo.

AMÉN.



7 Noviembre 2008



15,12 p.m.



Esther:

Jesús amadísimo por mí.

Soy muy pequeña y muy pobre.

Pero Tú me has mirado con amor y yo me he dejado amar por Ti.

Señor Jesús, te pido algo muy grande: EL DON DE LA FE.

Mi amor por Ti no puede ser mayor, aún sabiendo mi nadidad.

Espero y deseo que tus hijos –todos, puedan conocerte y saber de Tu ternura y delicadeza con cada alma.

Tú, mi Señor, eres todo para mí.

En todo dependo de Ti.

¡Oh Jesús querido cuánto te amo!

No soy misionera, ni monjita de clausura, ni siquiera consagrada, pero…

¡Te amo tanto!

Fija tus ojos de enamorado en mí a pesar de vivir yo en medio del mundo.

En el mundo te glorificaré y te amaré como criatura ninguna te haya amado.

Soy pequeña, Jesús, muy niña.

Pero mi amor por Ti rebasa los abismos.

No te olvides jamás de mí porque todo mi corazón es de Tu propiedad.

Lo entrego voluntaria y generosamente para Tu gloria.

Bendíceme porque te amo.

Que todos los actos de mi vida solo sean para hacerte feliz y glorificar Tu nombre.

¡Oh Jesús!

Cuanto te amo y te anhela mi pequeño corazón de mujer.

Esta tarde, si Tú me lo permites, haré una fiesta en casa.

Estaremos, si Tú así lo quieres, todos los ángeles, mamá María, nuestro Padre Celestial, el Espíritu Santo, Tú y yo.

Te quiero, Jesús.

Te pido que estés junto a mí esta tarde bendita.



Tras el almuerzo



Esther:

Dime Jesús.

Acabo de almorzar.

¿Quieres algo de tu sierva?



Jesús:

Sí.

Quiero que te entregues a Mí.

No puedo estar sin una absoluta entrega, en amor, a Mi ser.

¿Sabes cuánto te puedo amar?

Me conmueve tanto tu amor por Mí, que no puedo dejarte quieta.

Llamo Yo a tu puerta porque sé que la abrirás y Me recibirás con un cálido abrazo.

¡Oh, Esther!

¡Yo sí que estoy enamorado de Ti!

¡Yo sí que te deseo en Mi ser!

¡Serás preciosa a los ojos del mundo porque Yo te haré así!

Nadie sabrá que soy Yo quien te hace bella, pero podrán admirar tu serenidad, tu alegría y tu belleza.

Hoy, entrégate por entero a Mí.

Hoy te necesito.

Necesito hacerte Mía como el esposo a su amada esposa.

Nada te avergüence por lo que te digo.

Yo, tu Dios, te deseo para poseerte en plenitud.

¡No sabes cuantas delicias siento contigo!

¡Mi pequeña e insignificante Esther!

No sufras más.

Por el amor que te tengo, relativiza todo sufrimiento.

Yo estoy en ti y somos un solo cuerpo.

Yo me anonado ante ti, tú te anonadas ante Mí.

Es la perfecta unión en el amor.

No sufras por esta situación en la que Mi corazón es totalmente nítido para ti.

No te asustes de nada.

Yo, Dios, tu Dios, te amo de una manera tan extrema, que no puedo estar sin ti.

Me cobijo en tu corazón dulce.

Te hago Mía diariamente.

Y no puedo pasar sin ti.

Dime amada Mía, que tu eres del todo Mía.

Que tu amor, preferentemente, es para Mí.

¡Oh, Esther! No me niegues tu amor.

Dime constantemente palabras de ternura y de delicadeza.

Porque tú consuelas Mi ser por la enormes ofensas que tengo que soportar a cada instante.

El poder de la intercesión es sublime.

Hacéis, los unos por los otros, Mi propia obra de salvación.

No sólo soy un Dios Espíritu.

Soy un Dios hombre como tú.

Sé todo lo tuyo.

Confía en Mí y ten plena esperanza en Mi palabra.

Mi palabra siempre se cumplirá.

Nada temas.

Estás a salvo en Mi corazón de amante.



23,38 p.m.



Esther:

Dime Jesús qué quieres que haga.



Jesús:

Acompañarme.

Ábreme tu corazón para que repose en él.

¿Puedes estar en silencio interior?

Necesito tu silencio.

Yo te traigo a la casa del pueblo, a esta soledad, para estar contigo.

Me complace tenerte para Mí solo.

Te rodeo con todo Mi amor.

Éste será tu convento.

Vendrás aquí a recogerte y reponer fuerzas para salir al mundo.

Yo estaré aquí esperándote para amarte.

Convierte esta casa en un lugar sagrado donde sólo se Me adore y Yo venga a reposar y a deleitarme con quien tú traigas aquí.







9 Noviembre 2008



5,38 a.m.



Esther:

Dime Jesús querido.



Jesús:

Esther, te quiero mucho.

¡Descanso en ti tantas veces!

Tu alma es un lugar apacible para Mí.

Te dije ayer que a través de la comunión Yo entro en tu cuerpo.

Pero al entrar en tu cuerpo, entro también en tu alma.

Y tú Me preguntaste:

¿Qué es el alma, Jesús, y como es nuestra alma?

Yo te respondí que cada alma es como un universo en su inmensidad.

Y Me preguntaste:

Jesús, y cuando Tú entras en mi alma, ¿qué haces?

Pues ahora te respondo:

Al entrar en tu alma, Yo la voy recorriendo estancia por estancia y arreglando cada cosa que no está en orden.

Mi labor de amor con cada alma que Me permite entrar en ella, es acabar la imperfección.

Prepararla a Mi imagen.

Pero suelo hacerlo tan suave y delicadamente que vosotros no notáis cambios bruscos salvo cuando comprobáis, con la retrospectiva del tiempo, todo lo que habéis cambiado.

Cada vez que un alma Me recibe con la comunión, acelera su belleza y su orden.

Porque Yo, cuando Me permitís la entrada, no Me mantengo ocioso en vuestro interior.

Aprovecho cada instante de vuestro estado de gracia para hacer Mi obra.

Quiero que hables a tus hermanos de lo importante que es mantenerse en estado de gracia.

Sacramento de la penitencia y sacramento eucarístico como prioridad en vuestra vida corriente.

A través de estos dos sacramentos Yo invado todo vuestro ser.

Y muchas veces, el dolor físico, la enfermedad, proviene de un desorden o herida del alma, que si Me permitís curar, repercute en vuestra salud corporal de manera espectacular.

El milagro lo hago en el alma y a veces sana también el cuerpo herido.

¿Qué mejor medicina que Yo mismo?

Yo soy el médico y la medicina para vosotros, Mis hijos queridos.

Llamadme a entrar en vuestra alma y Yo iré allí presto, con toda clase de gracias, a auxiliaros y favoreceros.

Tú, Esther, continúa recibiéndome diariamente en tu alma.

Yo trabajo en ti.

Tú eres Mi morada.

Yo te amo.



14 Noviembre 2008



14,12 p.m.



Esther:

¿Quieres decirme algo?



Jesús:

Si, preciosa hija Mía.

Mírame a los ojos, ¿qué ves en ellos?



Esther:

Una mirada de amor y paz.



Jesús:

Es para ti.

Te estoy haciendo llegar mucho conocimiento de Mi corazón porque quiero que seamos íntimos.

Y para ello Me estoy descubriendo a ti.

Yo sé, que a veces te asustas.

Pero no lo hagas.

Yo te protejo de todo, incluso de ti misma.

Sólo quiero amor.

Amor incondicional e infantil.

Estoy sediento de vuestro amor.

Y siento sed porque os amo.

El amor es Mi ser.

Yo soy amor.

Yo soy el amor.

Eres Mi pequeña flor.

Tan pequeña que apenas se ve.

No te daré grandes cruces, sí mucho amor.

Serás testigo privilegiado del mimo que Dios puede conceder a un alma.

Y no son regalos materiales sino gracias sobrenaturales.

Tú, Esther, sígueme a donde Yo te quiera llevar.

Sé, como Me dijiste, una pluma ante Mi soplo.

No peses nada, no te resistas.

Déjate hacer por Mí.

Yo lo tengo todo pensado y dispuesto.

Necesito tu "sí" a Mis delicias para contigo.



Esther:

Yo no soy digna de nada, Señor.

Fui una gran pecadora.



Jesús:

Recuerda: tu alma acaba de nacer puesto que te he impregnado de indulgencia total.

Nada has hecho mal.

Todo ha sido perdonado y completamente olvidado.

Ahora entrégate a Mí en totalidad.

Deja que Yo te invada por completo.

No te resistas a nada.

Sé una esposa tan amante de su Esposo que sólo desee estar con Él y ser del todo para Él.

Mi necesidad de ti es muy grande.

Te necesito y te deseo Mía.

¿Me lo negarás?

¿Te entregarás a Mis amores?

Yo quiero vivir en ti permanentemente, desde ahora hasta la eternidad.

¡Déjate amar por el Amor!

Ábrete a Mí y te invadiré.

Tú has sido escogida por Mi corazón para descansar y gozarme en tu pequeñez.

No quiero de ti otra cosa más que Me ames.

¡Qué dulce es tu amor para Mí!

¡Qué tiernas tus palabras!

A veces guardo silencio ante ti, sólo para escucharte.

No creo que pueda haber más ternura en un alma por Mí que la tuya.

Anoche me besaste co

mo una enamorada.

Y, ¿sabes qué sentí Yo?



Esther:

Me da vergüenza que me lo recuerdes Jesús.



Jesús:

Sentí que hice bien en crear hombre y mujer si alguien es capaz de amar de esa manera.

Yo hago las veces de todo, Esther.

Si Me deseas como esposo, Yo me convierto en el mejor esposo.

Y anoche lo necesitaste.

¡Cuánto te amo, pequeñuela!

¡Qué dulces son tus palabras y tus actos para Mí!

Algunas almas derriten por entero Mi corazón.

Y tú has conseguido conquistarme con tu ingenuidad.

No quiero que cambies tu relación conmigo.

Me complace vivir en ti.

Sonrío contigo por tus ocurrencias de amor.

Tú, Esther, me haces feliz.



21,03 p.m.



Esther:

Dime animadísimo Jesús.



Jesús:

Gracias por ser tan dócil a Mis llamadas.



Esther:

Tú te mereces todo mi ser.

Mi persona por completo está a Tu servicio porque te amo y te necesito.



Jesús:

Yo, todo soy amor para vosotros.

Yo invado con Mi presencia a todo aquel que Me quiera recibir.

Esther, di a Mis hijos que los quiero.

Que Mi amor va más allá de sus miserias y sus pecados.

Diles que agonizo de amor.

¿Hasta cuándo se mantendrán lejos de Mí?

¡Si Yo los amo de verdad…!

¡Qué dolor por la condenación de Mis hijos!

¡Ayudadles a salir de su equivocación!

Vienen los últimos tiempos de libertad y obcecación.

Son ya tiempos de purificación del alma.

Yo estoy presto a la venida.

Mis hijos tienen poco tiempo para convertirse a Mí.

¡Oh, por favor, ayudadlos!

No acalléis Mis palabras de amor.

Sed valientes.

No sofoquéis Mi voz.

Mi voz llama al arrepentimiento y a la conversión profunda del corazón.

No demoréis Mi mensaje.

No me maltratéis con vuestra razón y vuestras dudas.

Confiad ciegamente en Mí y en Mi necesidad de vosotros, Mis instrumentos.

Si os negáis, habré de ir a buscar en otro sitio.



15 Noviembre 2008



7,34 a.m.



Esther:

Llámame Señor a orar y a estar Contigo.



Jesús:

Te quiero.



Esther:

Estoy abrumada porque no sé si Tú me hablas todas las veces o algunas es producto de mi imaginación.

¿Qué hago?

Sufro, Jesús.



Jesús:

Ven, acércate a Mí.

Ahora utiliza deliberadamente tu imaginación y dibuja en tu mente la escena.

¿Me ves junto a ti?



Esther:

Sí Señor, te veo y me veo pequeñita y asustada.



Jesús:

Esa imagen en tu mente la has hecho tú pero las palabras que te mandan hacerla no eres tú sino Yo.

Yo, Esther, vivo en ti con lo cual soy tu propio pensamiento cuando lo deseo.

Y ya ves que muchas veces, aunque tú Me llamas, guardo deliberadamente silencio para que veas que no es tu voluntad y tu deseo el que formula estas palabras, sino Mi voluntad y Mi deseo.

Satán pretende enredar tu inocencia elucubrando salidas razonables que no sea el que Yo, que así lo deseo, te hablo directamente al alma y al entendímiento.

No las aprecies.

Deséchalas.

Te pondré un guía para tu alma tan pequeña y a la vez tan grande y tan preciada para Mí.

No te preocupes.

Déjate llevar por Mis inspiraciones.

Descansa todo tu ser en Mi bondad.

Dame esa partícula de felicidad que es tu total abandono en Mí.

¡Sí supieras con que esmero te cuido!

Día y noche Mis ojos te observan y vigilan tus movimientos.

Te rodeo de murallas de amor para que ni salgas, ni entre nada que te estorbe.

Por eso tu actual soledad.

Yo soy el que te la proporciono.

Yo formo las barreras.

Y no lo entiendas como una cárcel sino como un lecho íntimo de esposos en el que Yo cierro la puerta para que nadie despierte a Mi amada y Yo admiro su semblante proporcionándole toda Mi ternura, en el silencio y en la intimidad.

¿Hay algún aposento más deseado por los esposos que su tálamo?

Ahí te tengo, amada Mía.

Toda para Mí y Yo todo para ti.

Nuestras confidencias se producen en la intimidad de la noche y en el silencio.

En ese ambiente, los que se aman tanto como nosotros dos, abren por completo sus corazones y sus almas el Uno para el otro.

Deja que te mantenga por un tiempo en Mi lecho de amor.

Déjate Mía.

Se Mía voluntaria y amorosamente.



15,17 p.m.



Jesús:

No os olvidéis jamás de Mi inmenso amor por vosotros.

Que la pena nunca invada vuestro corazón pues os amo.

Sólo quiero alertaros del próximo fin de este mundo de pecado.

A vosotros, los que tanto Me amáis.

Habéis de saber que Mi venida es pronta y fulgurante.

El pecado se irá.

Satán será atado por toda la eternidad y ya no permitiré intrusiones en vuestras almas.

Es por eso que tengo prisa en la conversión de Mis hijos.

Porque Satán está a pasos agigantados perdiendo sus almas.

Esta generación es la más infortunada de todas porque el maligno campea a sus anchas.

En Mis pocas almas fieles está la salvación de sus hermanitos.

Con oración, con sacrificios, con el rezo del Rosario y con ayunos.

A vosotros además, os pido acción.

Acción en el mundo, como la de San Juan Bautista.

Avisad que vengo, que estoy muy próximo.

Avisad que se allane el camino para que no perezcan Mis pequeños.

Desmontad estructuras jerárquicas.

Hablad sólo del amor y sed sólo amor.

El amor y sólo el amor es lo que va a salvar al mundo.

Y el amor soy Yo.

Nada temáis pues a quien Yo escojo, lo protejo.

Vuestra alma ha de volar ya hacia Mí y Mis designios para la humanidad.

Sois tan pequeños que por eso os he escogido.

Porque sólo en vosotros, los humildes y pecadores, Mi gracia puede hacer milagros.

¡Oh Esther, escucha Mis palabras y no te asustes!

Es inminente Mi venida a vosotros.

Haz llegar Mis palabras para que nadie perezca en la hecatombe.

Serán días durísimos para la humanidad.

Son días en los que se encadenará para siempre al maligno y a sus legiones.

Y su ira y su furor se volcarán hacia vosotros, Mis pequeños.

Manteneos con una fuerza indecible como se anuncia en el Apocalipsis.

No es el final de los tiempos aún, aunque poco falta.

Es el final de los tiempos de Satán y el principio de una primavera de amor en el edén que Yo creé para vosotros.

AMEN.



16 Noviembre 2008



5,45 a.m.



Jesús:

Quiero inundarte de nuevo de Mi amor.

Déjate.

Sé cómo está tu corazón.

¿No sabes que Yo lo habito?



Esther:

¿Qué quieres de mí?

¿En qué te puedo servir?



Jesús:

En mucho, Esther.

Tú puedes salvar como Yo salvo.

Te estoy haciendo llegar el conocimiento de los medios para ello: reparación, ayuno, oración especialmente nocturna, oración del Rosario, adoración ante Mi Santo Sacramento, conversión personal, mortificación…

Te quiero entregada por las almas.

Pero no te asustes por ello.

Será una entrega gozosa porque sabrás que es a Mí a quien le regalas todo lo que Yo pido de ti.

Comienza ya.

Haz un plan serio de entrega personal.

Organiza el tiempo que te regalo para reparar y salvar almas.

Te aseguro un lugar en el cielo del todo extraordinario.

Piensa en Mí y en Mi dolor y tú dejarás de sentir dolor por tus ofrecimientos.

Obedece a todas las inspiraciones que Yo siembre en tu espíritu.

No las razones sino cúmplelas.

Comienza por ti misma este camino de entrega porque con tu conversión otros muchos se convertirán.

Que todo acto tuyo lo hagas con amor y perfección porque es para tu Padre que está en los cielos.

Acalla siempre que puedas tu mente y ocúpala con palabras de amor hacia tu Dios que tiene que oír tantas blasfemias y desprecios.

Te iré haciendo cada vez más callada para el mundo pero más eficaz para él porque estarás en oración por los hermanos.

Yo descansaré en tu corazón como el que llega a su propio hogar.

Mi morada será tu corazón.

Yo habitaré plenamente en ti.

Descansaré en ti y hablaré de Mis secretos contigo, en nuestra intimidad.

Yo, tu Dios, te elijo.

Prepárame tu corazón para dar asilo permanente al Mío.

Sólo tienes que abrir tus puertas porque Yo estoy para entrar en plenitud.

Actúa y vive con la perfección de los ángeles, siempre dispuestos a agradarme y a hacer Mi santa voluntad.

Quiero ser Yo el que vea por tus ojos, el que oiga por tus oídos, el que huela por tu nariz, el que hable y bese por tu boca, el que abrace con tus brazos, el que acaricie con tus manos.

Quiero vivir en Ti.

¿Me dejas?

De antemano sé que si.

Por ello te lo pido, porque sé que Me lo puedes dar y deseas dármelo.

Pero dime, en tu libertad, que lo deseas.





Esther:

Sí, lo deseo.

Amo Tu voluntad sobre mí aunque la mayoría de las veces no la comprendo.



Jesús:

Tu pequeñez y tu "no ser nada" Me permite serlo todo en ti.

Desde ahora serás tú pero ya no serás tú, sino que seremos Ambos.

Este misterio lo realizo con las almas que tanto Me aman y que han cautivado Mi ser de Dios.

Deseo entonces hacerlas tan Mías que me fundo con su persona y con su alma y vivimos al unísono.

Quiero que Marta siga el camino mismo que marco para ti.

Ambas hermanas os ayudaréis en el camino y os fortaleceréis mutuamente.

Orad y venceréis al enemigo.

Sed Mis instrumentos de amor.

El amor repara el pecado.

Vuestro amor purifica el mundo.

Ahora descansa un poco para comenzar el día en la tarea que tienes, toda ya, hecha en Mí y para Mi gloria.

Ve al convento, ora los laúdes, glorifícame en la Eucaristía y haz un rato de oración para reparar.

Te quiero.

Nada temas.

Yo soy tu fuerza.

Tú eres Mi amada por los siglos.

AMEN.



16 Noviembre 2008



14,54 p.m.



Esther:

Jesús, ¿alguna vez tuviste tanto apetito como tengo yo hoy?



Jesús:

Si, lo tuve.

Y me gustaba el vino.

Beber vino me relajaba para hablar abiertamente del amor de Mi Padre.

Pero no fui un borracho.

Esther, no te preocupes más que de amarme.

Si comes más o menos…

Nada te obsesione.

Ámame.

No hagas una cruz de tus debilidades, sino entregamelas a Mí.

Hay pecados más profundos que los tuyos y que me hacen sufrir: la soberbia, la vanidad, el egocentrismo, el creerse ya salvados por méritos propios…

Yo detesto esta actitud.

En cada momento habéis de nacer.

No os sirven los méritos anteriores ante Mí sino el momento presente.

Si alguno de vosotros se vanagloria de ser bueno ante Mí y de tener el cielo asegurado, se equivoca.

El más grande pecador, que en el último momento se arrepienta, le aventajará.

Esa es Mi misericordia.

Yo no cuento ni sumo como los hacendados.

Yo miro el corazón.

Y el corazón siempre ha de ser humilde y saber que no merece nada.

No soporto a los soberbios ni a los que se creen, por nada, que me agradan.

Quiero que vuestra actitud sea:

"Nada soy Señor, sólo un siervo inútil para Ti.

Por eso me esfuerzo en preguntarte qué hacer para agradarte".



20 Noviembre 2008



16,00 p.m.



Jesús:

Esther, te quiero mucho.

¿Has creído por algún momento que te haya podido abandonar?

No es posible.

Te mantengo en Mis brazos y te rodeo de Mí.

Mis hijos los sacerdotes, actualmente están demasíado contaminados.

Necesito almas puras como tú y como Marta.

¿Creéis que Yo amo más a los sacerdotes y consagrados?

No, Yo amo a los humildes.

Y multitud de Mis hijos no son humildes.

La Iglesia se tambalea.

Se sostendrá con almas comunes y sencillas.

Así pues, habladle a mis sacerdotes y demás hijos Míos de la pureza de Mi mensaje.

Dad vosotras catequesis y testimonios, porque están basados en vuestro corazón, no en estudios teológicos.

La letra mata.

El Espíritu da vida.

La letra está matando a Mis sacerdotes.

Tú, Esther, no te asustes por sus incomprensiones y por el rechazo que hagan de ti.

Entrégame tu sufrimiento como oblación, pero sigue adelante hasta el director santo que te tengo preparado.

No será una persona aparente ni notoria a los ojos del mundo.

Será tan humilde que apenas figure en este mundo.

Deja que Yo te lo traiga.

Y mientras tanto, no desfallezcas.

No dudes de Mí.

No Me abandones como tantos que Me abandonan cuando les expongo Mis exigencias.

Yo hablo como quiero y a quien quiero y cuando quiero.

Nadie es experto en Mí.

¿Qué criatura de barro podría contenerme y conocerme?

Tú, Esther, sigue obedeciendo Mis inspiraciones.

Yo, alma en gracia, no te abandono.

Y, pese a tus pasiones, faltas y pecados, Yo soy tu roca.

Jamás abandono a quien se entrega a Mí.

Jamás falto a la verdad.

Jamás juego con un alma.

Quédate con la total certeza de que Yo, y únicamente Yo, SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA.

Los falsos profetas no son sólo los que recogen por escrito Mis palabras y las desvirtúan, son también los que, teniendo como misión de vida, transmitir Mis palabras, sólo eligen, mediando su corazón, las que les interesan y les son cómodas.

Soy un Dios claro y exigente.

Si a mi querido hijo sacerdote, al que te he mandado hablar, le han afectado tanto las palabras que te dije para él, piensa que realmente había algo que cambiar y que él se resiste a hacerlo.

No quiero ser duro con él, pero sí que quiero que se salve.

Y uno no se salva por invocarme con boato y luces.

Ni siquiera por hablar con palabras dulces e inteligentes.

Se salva por humillarse ante Mí.

Por ser el último.

Por renunciar a su propio ego y por hacer Mi santa voluntad.

Detesto la mentira.

Detesto la falsedad.

Detesto la apariencia ante el mundo si se Me descuida a Mí.

Eso es ser idólatra.

Idólatras de este mundo perverso que, bajo apariencias de bondad, entrega y comprensión a los demás, sólo busca su pavoneo y comodidad.

Uno no debe hacer lo que le gusta o le apetece.

Debe hacer la voluntad de Mi Padre que está en los cielos.

Por eso tú, Esther, no te dejes contaminar por este falso amor a Mi persona.

Tú, Esther, sigue siendo niña ante Mis ojos.

Cree todo lo que salga de Mi boca y Yo te bendeciré.

Adelantarás a sacerdotes y consagrados sólo por ser una niña que todo lo espera de su amado Padre Dios.

¡Oh, Esther!

No estás equivocada.

Esta es la fe que deseo, la de los niños, la tuya.

Vive en paz.

Eres del todo agradable a Mi corazón.

Te deseo en Mi ser.

Te amo.

21 Noviembre 2008



7,37 a.m.



Esther:

Jesús, estoy algo deprimida.



Jesús:

Cálmate hija Mía.

Eso y peores cosas le dijeron a otras hijas Mías.

Recuerda a Sor Faustina y a tantas otras.

¿Por qué es tan difícil creer que Yo soy un Dios vivo que no me atengo a la letra humana sino a la divina?

Yo, Esther, habré de hacer portentos y signos misteriosos contigo para que crean que no eres tú sino Yo.

No te preocupes por estas minucias.

¿No ves que Yo soy el autor?

Yo las llevaré a su término.

Confía en Mí.

Quiero, Esther, ya que me ocupo tanto de tu felicidad y tu paz, que vivas este día en Mí.

En Mi providencia.

En los regalos que te ofreceré hoy.

Santifícame con tu propia vida siendo sencilla, humilde y totalmente confiada a Mi providencia.



Esther:

Señor, dime los defectos que tengo que no te agraden para corregirme con Tu ayuda.

Porque siempre me dices cosas impresionantemente bellas y a algunos de mis hermanos los corriges.

Dímelo, Jesús.

Quiero ser verdaderamente agradable a Ti.



Jesús:

Te fías poco de Mí y he de estar constantemente recordándotelo.

Esa poca fe se convierte en miedo y te asustas como Pedro al caminar por las aguas.

Por ello, a veces te hundes.

Fortalece tu fe y Me harás feliz.

Yo te ayudaré.

Te empeñas a veces en atestiguar que esto es obra Mía.

Pero no puedes convencer a quien cierra sus oídos.

No te vuelvas a preocupar de eso.

Tú eres la única que quiero que, incluso con tu razón, veas que soy Yo el autor de Mis palabras y tú únicamente el recipiente donde las deposito.

Sé muy humilde en todo esto y jamás pienses que te he elegido por ser la mejor, sino la más pequeña y la más torpe para que se pueda apreciar Mi mano sobre la tuya.

Mi Espíritu Santo será el que testifique y convenza a las almas sobre la veracidad de lo que te digo.

Como ves, Esther, estas faltas que te anuncio, son parte del camino que has de recorrer para llegar a una fe total y a una humildad sin límites.

Ambas cosas Yo las tengo en abundancia y tú, poco puedes sin Mí gracia y Mi regalo.

Pídeme fe y humildad.

Yo, te aseguro, derramaré estas dos virtudes sobre ti.

Por la noche pido a Jesús que me diga lo que quiera y abro con fe y con miedo el libro de Margarita que me corrobora lo mismo que me ha dicho hoy.

Debe ser todo del Señor.



Lo copio. Pág. 266:

Tú me quieres, como sabe amar un niño pequeño, con un corazón confíado y puro como una fuente.

¿Notas en tu alma el rejuvenecimiento producido por Mi amor?

Contrariamente al proceso del crecimiento humano, de mujer te has hecho niña pequeña.

He aquí lo que puede hacer Mi gracia.

Pero puede hacer otras maravillas.

¿Las queréis?

Pedidlas.

En las manos de Mi Divina Madre se encuentran para vosotros tantos tesoros.

Venid a Mí por Ella.

Os recibiré sobre Mi corazón con tanta gratitud.

Sí, vuestro Dios sabe también deciros gracias.

Gracias de dejaros amar.

Gracias por vuestra fidelidad, cuando tantos, incluso entre los que se dicen hijos Míos, se apartan de Mí y actúan según su deseo.

Yo te lo digo, el caos que reina actualmente en el mundo se debe a este deplorable estado de cosas.

¡Oh mundo atormentado por la codicia y el orgullo!



22 Noviembre 2008



2,28 a.m.



Esther:

¿Quieres hablarme, Jesús?



Jesús:

Sí (con mucha dulzura).

Quédate un poco en vela junto a Mí.

Acompáñame.



Esther:

Sí, Jesús.

Pero ayúdame porque me caigo de sueño.

Ahora entiendo a los apóstoles que, en la noche terrible no pudieron velar Contigo y se quedaron dormidos.



Siento un gozo interior enorme.

Una paz y una certeza muy grandes de que quien me habla es Jesús.

Estoy tranquila y muy confiada en Él.

Seguramente a esta plenitud interior se refería mi amado Jesús cuando esta mañana me dijo que disfrutara por los regalos que me iba a conceder.

Me quedo velando y pidiendo al Señor por todos los pecadores (que somos la humanidad completa).



5,44 a.m.



Esther:

Me has aclarado, querido Jesús, todas las dudas que yo pudiera tener.

Gracias de todo corazón.

Gracias por la paz que me invade.

Ahora, Jesús, debes decirme qué hago y qué quieres de mí.



Jesús:

Acércate a Mí.

A Mi divino corazón.

Amo mucho a Mis sacerdotes.

Por ello sufro tanto al ver sus almas y su dejadez interior respecto a Mí.

Ora mucho por ellos.

Por los sacerdotes de todo el mundo.

Si ellos no ven, os descarrían.

Y no pueden ver sin Mí, que soy la luz que ilumina sus vidas.

Así, pues, vosotros, haced de espejo de Mi luz para que así, aunque sea indirectamente, se iluminen sus corazones.

Yo, Esther, te he hecho luz ante grupos de personas que pudieron verlo, para los sacerdotes especialmente.

Deja que corra la noticia y quizá alguno, motivado por la curiosidad, tenga la osadía y el atrevimiento de ir a conocerte.

Así, Yo te ruego, que les hables del amor.

Yo entonces derretiré sus entrañas con Mi fuego purificador.

Si Yo te he hecho luz hasta de forma material, recuerda lo que os dije en las Sagradas Escrituras:

La luz es para ponerla sobre el celemín y para que alumbre.

No puede esconderse bajo la cama.

Así vosotras dos, por ahora, sed luz e iluminad a todo el que se os acerque, pero sobre todo, sed luz para Mis sacerdotes.

Hacedlo, de primeras, con gran devoción al participar en la Eucaristía, y adoradme sacramentado con especial entrega y fervor.

Yo estaré esperando que alguien que os vea a alguna de Mis dos almas fieles, pueda mirarse hacia dentro y convertirse a Mí.

Estoy triste porque no hay nada comparable a los primeros amores.

Y su vida, la de la mayoría de Mis sacerdotes, se ha vuelto insípida y rutinaria.

La esposa no se arregla para el esposo.

No lo anda esperando para cuando vuelva al hogar.

No le tiene preparada con esmero ni la casa ni el aposento nupcial.

Su esposa se ha convertido en una esposa desaliñada y sucia.

Agria en el carácter.

Que sólo le exige dinero y se queja de todo.

Y Yo, con tristeza, Me pregunto:

¿Dónde se perdió Mi querida esposa?

¿Cómo ha llegado a esto?

Yo sigo siendo el mismo que se desposó con ella.

No he cambiado y soñé con que nuestro amor fuera a más cada día que pasara…

Tendré, viendo la situación, que alejarme por un tiempo de Mi esposa para que vea que sus quejas y su dejadez provienen de su propio pecado.

Debe llegar a gritarme que vuelva.

Y aporrear Mis oídos con gemidos de amor.

Mientras tanto, he salido al camino y encuentro Mis delicias y todo el amor que no me dio Mi esposa –sacerdotes y consagrados en niños pobres y harapientos que se Me abrazan y Me piden que siempre esté con ellos.

Aseguro que estos niños, que nunca recibieron un amor tan fuerte como recibió Mi esposa, llegarán a ser inseparables para Mí.

A ellos les contaré Mis cuentos (Mis secretos) y ellos Me escucharán y Me creerán sin dudar.

Y Mi esposa llegará a desear haber sido como uno de esos niños que pasaron por el camino.

Porque Mi verdadera delicia y ternura es para ellos, Mis pequeños.

Mucho tendrá que cambiar Mi esposa para hacerse como un niño.

Pero la esperaré paciente.



25 Noviembre 2008



10,10 a.m.



Esther:

¡Qué abatida estoy, Señor!

¡Qué tristeza con la carga de mi cruz!

¡Ayúdame!

Te pediría que me la quitaras porque desfallezco.



Jesús:

Yo fui quien te colocó la cruz.

Era necesaria esa cruz para ti.



Esther:

No dudo de Tu sabiduría y de Tu amor al entregarme esta cruz, Jesús.

Pero hay días en que las fuerzas son tan pocas que no la puedo ni sostener.

¿A dónde me lleva esta cruz, Jesús?

¿Hasta cuando he de soportarla?

¿Me la quitarás algún día y se convertirá en una cruz gloriosa?



Jesús:

Sí, no lo dudes.

Todas las cruces acaban en la resurrección cuando se acogen como venidas de Mí.

Tal y como Yo cogí la Mía, venida del corazón de Mi Padre.



Esther:

Señor, los santos gozaban por la cruz que Tú les dabas.

Y sin embargo yo sufro y no lo puedo evitar.

Puede que no esté llevando bien mi cruz.



Jesús:

Tu cruz está salvándote a ti y a muchas otras almas.

Confía en la carga que he depositado sobre tus hombros.

Confía incluso cuando te pares y Me grites que te la quite.



Esther:

Me siento como un vil gusano despreciado y aplastado por el peso.

No tengo fuerzas ni para ir al trabajo.

Estoy paralizada de dolor y desánimo.

No veo el final de este suplicio.

No puedo vislumbrar la resurrección de esta cruz.

Y me siento ingrata Contigo, mi Jesús.

Siento que no la acojo con agrado sino con repugnancia.

Salvo que Tú me regales la gracia de aceptarla con todo deseo, seguiré arrastrándola, Jesús.



Jesús:

Esther, ven.

Échate en Mi pecho.

Coge de Mi corazón la paz.

Sé lo que hago.

Comprendo tu repugnancia.

Entra en Mi corazón y llénate de lo que necesites.

Te amo mucho.

Te amo mucho.

Calma.

Reposa en Mí.

Eres grata a Mis ojos y amada de Mi corazón.

Yo soy tu esposo que tanto te cuida.

Cierra las puertas y recuéstate en Mí.

Olvida todo lo que no sea Yo, porque Yo traeré a tus manos todo lo que ansía tu corazón.

Confía en el amor que te tengo y en que deseo hacerte feliz.

Llora en Mi corazón.

Las lágrimas que se vierten en Mi corazón adquieren valor infinito para la redención.

Esas lágrimas se funden con Mi sangre redentora y producen milagros.

Llora siempre en Mi corazón.

Cuando la pena te embargue, llámame.

Entra en Mí y quédate en Mí.

Tus problemas los haré Míos.

Tus sufrimientos los sufriré Yo y a cambio te daré todo Mi amor y Mi paz.

Aliméntate de Mí.

Cuando más aceptas y amas la cruz, más ligera se vuelve.

Deja de pesar y es ella la que te sostiene a ti, en Mí.



26 Noviembre 2008



00,50 a.m.



Jesús:

Te decía mientras intentabas dormir que la paz que sientes es Mi paz en ti.

Te decía también que he escuchado los gemidos de Mis hijos inocentes que mueren y son instrumentalizados y maltratados por sus hermanos.

Y esos sufrimientos Me mueven a volver a rescatar y a salvar.

Vendré de nuevo sobre la tierra en gloria y gracia para cumplir Mi justicia.

Quiero que mantengáis una vida recta y justa, Mis almas fieles.

Nada temáis.

Haré signos portentosos que necesariamente veréis.

Mi gloria resplandecerá y Mi gracia se derramará sobre toda criatura.

AMEN.



27 Noviembre 2008



00,05 a.m.



Me he puesto a planchar y le decía muchas veces a Jesús que lo amo.

Me ha pedido que lleve Su foto al cuarto en donde plancho y lo he hecho.

Cuando lo he mirado lo he visto muy triste.

Esa foto cambia mucho de expresión.

Y le he dicho:

Jesús mío, ¿qué te ocurre?



Él me ha pedido que lo consuele.

Que lo deje entrar en Mi corazón y así olvidará a todas las almas que no lo aman como yo.

Le he contestado que yo lo amo de una manera imperfecta porque tengo multitud de debilidades y además mi fe es muy débil.



Me ha dicho que le basta con la forma en que lo amo.

Que lo recoja en mí.

Que siente mucho dolor.



Y yo no sé como consolarlo.

Le he dicho que me enseñe a calmar su dolor y me ha pedido que deje de planchar y escriba.

Así lo hago.

Si Él, mi querido Jesús, quiere decirme algo, aquí estoy a su servicio.



Esther:

¿Quieres algo de mí?



Jesús:

Sí, quiero tu total entrega.



Esther:

¿En qué?



Jesús:

Tu total entrega en amor para Mí.

Para calmar tanto dolor por Mis almas perdidas.

No Me reconocen.

No distinguen Mi voz suave y amorosa.

Creen que Mi voz en sus conciencias no es real y la sofocan.

Y Yo, sólo les hago ver que los quiero.

Sólo les hablo de amor.

Pero se niegan a escucharme.

Si el alma quisiera pararse ante Mí y preguntar por Mi amor, siempre les respondería.

Pero vosotros creéis que todo lo que Yo os hablo, es producto de la imaginación o del subconsciente.

Yo estoy en vuestra imaginación, en vuestro subconsciente, en vuestro entendimiento y en vuestro propio cuerpo.

Nada más íntimo que Yo.

Y sin embargo no escucháis Mi voz de profundo amor.

¡Qué tristeza siento!

Es similar a la que padecí la noche del prendimiento.

¡Di tanto y tan pocos lo recibís!

Me di entero, por completo.

Y sólo algunos pueden apreciar Mi gran acto de amor.

No lo hice forzado.

No lo hice por pena.

No lo hice para que vierais que Yo era Dios.

Lo hice derretido de amor.

Sólo por amor y con total humildad para que me amarais como Yo os amé y os amo.

¿Sabes, Esther?

Volvería a repetir Mi pasión por el gran amor que os tengo.

Pero Mi encarnación ya tuvo su cumplimiento.

No obstante sigo con vosotros aún más presente que cuando estuve.

Me he metido en vuestros corazones, en vuestras conciencias.

He entrado a formar parte de vosotros cuando derramé Mi Espíritu en el momento de Mi expiración.

No pude irme sin quedarme.

Mi amor es tan alto, tan eterno e infinito, que no puedo ni quiero abandonaros por más que sé que, para algunos de vosotros, todo ha sido en vano.

Tú, Esther, no Me abandones.

Prométeme fidelidad eterna.

Soy un mendigo ante ti pidiéndote, suplicándote que no Me olvides como tantos otros.

Tú no.

No Me dejes por lo mucho que Yo te amo.

El daros la libertad Me supuso la posibilidad de perderos.

Pero Mi amor era mayor que todo.

Os podía haber privado de la libertad.

Pero Yo soy libre y os he querido libres.

Os he querido a Mi semejanza y libres sois para amar o para odiar.

Todo aquel que opte por amar será bendito en Mi corazón y heredará la maravilla que os tengo preparada.

Si alguno rehúsa el amor, él mismo perderá su herencia.

No puedo obligar a aceptar la herencia.

Igual que en el derecho, Esther tú lo sabes, el heredero puede rechazar su herencia.

Así Yo.

Dono todo lo Mío, pero habéis de querer.

Esther…

¡Di a todos cuánto os amo!

¡Di que Mi amor no tiene límite!

¡Di que en Mi corazón cabe toda la humanidad y que deseo a todos Mis hijos en Mí!

No quiero que ninguno se pierda.

Mi sufrimiento por su pérdida es mayor que su pena infernal.

Porque vosotros, Mis hijos, habéis sido creados por Mi amor.

Habéis sido dotados de gracia para salvaros y la habéis rehusado.

¡Oh, cuánto dolor!

Al ser vosotros Mi Cuerpo Místico, podéis salvaros los unos a los otros.

Ese es el sentido del sufrimiento que tantas veces Me has preguntado.

El pecado que cometen tus hermanos, puede ser reparado por ti.

Y anulará el daño corporal que tu hermano ha hecho a la totalidad del Cuerpo.

Por eso, algunos de vosotros, voluntariamente o por Mi designio, sufrís en esta vida.

Vuestro sufrimiento por Mi amor, salva y regenera al hermano.

Imagina que en tu cuerpo recibes una herida.

Todo entonces se pone en funcionamiento para sanarla.

Tus células, tus órganos, incluso tu voluntad y tu mente luchan por sobrevivir.

Y es tan fuerte la acción del resto de tu cuerpo, que la herida, poco a poco se va cerrando, sanando e incluso puede que desaparezca.

Así ocurre con Mi Cuerpo Místico.

Pero es necesario que muchos de vosotros realicéis este acto de reparación y entrega.

De ahí que Mi Madre no deje de llamaros a la oración sin cesar, a los ayunos, al rezo del Rosario, a lectura de la Biblia, a la Eucaristía…

Todo eso es lo que repara las sangrantes heridas que se hacen a Mi Cuerpo.

Esther, gracias por haber recogido Mi Corazón en tu corazón.



29 Noviembre 2008



14,02 p.m.



Jesús:

Esther, amo mucho a Mis sacerdotes.

¡Están tan enfermos!

¡Tan lejos de Mí, la gran mayoría…!

Ellos son responsables de la pérdida y descarrío de Mi rebaño.

No se dejan sanar por Mí.

Mis ministros son los más desleales.

Que Mis ovejas pidan al Padre que les envíe pastores verdaderos.

Esther, consuélame.

Ellos no siguen Mis caminos.

Están aún más perdidos que las ovejas.

Yo soy el buen Pastor, el único Pastor.

Quiero rescatar a Mis pastores para que ellos puedan cuidar a las ovejas.

La soberbia es el mayor de los pecados de Mis pastores.

La soberbia es el mayor de los pecados contra Mi corazón.

Perdono cualquier pecado más fácilmente que la soberbia.

Detesto a los soberbios.

Me son incompatibles porque el soberbio no puede llegar a pedir perdón al carecer de humildad.

Cualquier otro pecado y pecador pueden arrepentirse.

Pero la soberbia lleva consigo la ausencia de arrepentimiento.

Por eso no puede ser perdonado, solo puede perdonarse si la persona renuncia a la soberbia.

¡Pero es tan difícil que un soberbio renuncie a sí mismo!

La situación de mi hijo sacerdote, a quien has abierto tu corazón es grave.

Muy grave.

Toda una vida aparentemente entregada a Mi obra.

Aparentemente.

A ojos del mundo, el mayor loco puede ser el mayor santo.

Y el mayor santo, a ojos del mundo, puede ser el más inútil en Mi reino.

La vanidad de este hijo mio sacerdote, la soberbia y su importancia personal le impiden Mi entrada.

No tengo hueco, para Mí, en él.

Y espero que en muy poco tiempo, expulse de sí tanta mentira en la que él mismo se ha envuelto y se ha cubierto pensando que esas capas Me harían creer en su entrega.

Pero Yo, Esther, soy capaz de anular tanta capa de mentira e ir directo a su centro, a su corazón.

Esas capas engañan al mundo, y Yo permito que el mundo sea engañado para que no se escandalice.

Pero este hijo sacerdote es objeto de Mi amor y lo perseguiré con Mi amor gritándole que cambie, que se convierta, que deje de fingir, que deje de mentirse a sí mismo y a los demás, que deje de creerse inteligente e importante, que se postre ante Mí en plena humildad y sólo entonces, en plena humildad y despojado de todos los accesorios que se ha ido colocando en esta vida, sólo entonces podré entrar en su corazón y solo entonces él tendrá paz.

Ayúdalo tú, Esther, con tu oración y con tu distancia.



Esther:

Y Marta Señor, ¿qué hace?



Jesús:

Durante un tiempo, un periodo de tiempo, hay que dejarlo a solas Conmigo.

Que no tenga más apoyos.

Que no los tenga.



Esther:

Señor, a Marta y a mí nos va a dar pena porque pensamos que lo podemos abandonar.



Jesús:

Esther….

Si os pido que lo abandonéis es porque Yo conozco el camino para él.

No quiero que él se agarre a nada ni a nadie más que a Mí.

Ahora mismo vuestra ayuda es desaparecer y esperar a que él se mueva ante Mí.

Toda conversación que tengáis con él la robáis a la conversación que Yo quiero tener con él.

Vosotras solamente orad, orad, orad.

Quiero ponerlo frente a Mí.

Quiero que él se ponga frente a Mí.

No quiero intermediarios.

Orad por él y por su salvación.

Orad por vosotras y por vuestra salvación.

Orad por el mundo y por la salvación del mundo.

Acogeos a Mi Madre que tanto ama a la humanidad.

Descansad en Mí que sólo soy amor.

Pero un amor que necesita ser justo.

Doy a cada alma todas las gracias necesarias para salvarse.

A todas las almas.

De vosotros depende la salvación porque Yo doy los medios, a todos.

Si alguien necesita más medios, más medios le daré.

Otros necesitan menos medios y con muy poco será suficiente para su salvación.

Reparto las gracias a medida de vuestras necesidades para vuestra santidad.

Nadie tiene excusa para no salvarse.

Nadie.

Rogad por el mundo.

Rogad por la paz.

AMEN.



Ante una locución tan dura hacia este sacerdote, pido a mi Señor que me confirme lo que me acaba de decir.

Lectura al azar: Margarita pág. 456.

29 enero 1969

Acepto vuestro sufrimiento, Mis fieles, en reparación de los ultrajes que recibo continuamente.

Vuestras armas son la oración y el don de vuestros corazones a Mi corazón.

Vuestra reprobación está en el silencio.

Silencio doloroso, animado por Mi santa presencia en vosotros.

Fuerza inquebrantable que cubre los gritos de furor del enemigo de las almas.

El espíritu es superior a la materia.

Obra de manera activa mediante la dulzura de la humildad, la sumisión a Mi voluntad.

Hijitos Míos, confiad en que por medio de vosotros, muchos volverán al seno de su Madre, la santa Iglesia.

6 febrero 1969

El pecado privó a la humanidad del derecho divino hasta el día en que Yo derribé el obstáculo entre Dios y los hombres, a fuerza de amor, por el don total de Mi vida en el sacrificio expiatorio por los pecados del mundo.

Mis pequeñuelos son Mi recompensa.

Mi dolor lo constituyen las almas rebeldes, que desprecian al amor Crucificado venido para salvarlas.

¡Hijitos Míos nacidos de la sangre de un Dios inmolado!

Hijitos Míos, que no queréis conocerme y rendiros al amor.

¿Puedo todavía engendraros?

Cuando vuestro pecado es tan grande…

¿Y cómo?

Puesto que no lo queréis.

Unas ovejas inocentes siguen al tentador.

Ignoran que van hacia las tinieblas.

La luz se aleja de sus almas.

13 febrero 1969

Hay que aclarar la situación de la Iglesia frente a Dios, frente al mundo.

Dios, primer servido.

Cuidar de las almas: enseñar de nuevo a los hombres el amor de Dios, el odio al pecado.

Limitar, en cuanto es posible, lo que favorece el egoísmo, la sensualidad, el amor a los placeres vanos.

Eliminar los elementos turbios que siembran la discordia.

Alentar lo que conduce a la santidad.

El mundo desea ardientemente la paz.

¡Ay!

Es el caos porque Mis hijos están divididos.

La locura reina sobre la tierra y en los corazones.

Hijos Míos, enmendaos.

Mirad vuestra obra.

Obra de la cual tendréis que responder en Mi presencia.

Temed Mi justicia, si no escucháis Mi voz.

No sois ya los dirigentes de Mi pueblo; sois sus verdugos.

Si el mundo sufre actualmente, sois en gran parte responsables de ello.

El mal es grande, pero se puede curar, si lo queréis.

Renunciad a esta necesidad que sentís de ensalzaros delante de los hombres, pues eso está en contradicción con la santidad de vuestro sacerdocio.

No valéis la santidad del mismo por vuestra conducta totalmente opuesta a la santidad de Mis enseñanzas.

No luchéis más conmigo.

No seréis los vencedores.

Cuidad a los que os he confiado para que los guardéis.

Obedeced a Mi ministro como a Mí mismo, pues es guiado por Mi Espíritu, mientras el espíritu del mundo se ha apoderado de vosotros.

Donde está la división, no está el amor increado.

Amaos los unos a los otros, por Mi amor, y estad unidos firmemente.

Ayudadme también a salvar Mi herencia comprometida gravemente por vuestras disensiones.

La contradicción no conviene a un hijo de Dios y de la Iglesia.

Es propia de los ángeles rebeldes.

Y ¿qué les sucedió?



He comprobado las similitudes y las corroboraciones que a mi pobre entender encuentro con lo que mi Señor me ha dicho al corazón y con la lectura.



30 Noviembre 2008



23,51 p.m.



Esther:

Estoy feliz.



Jesús:

Esther…

¡Cómo te amo y gozo con tu gozo!

Pero estoy triste por Mis almas perdidas.

¡Quisiera que gozaran como tú gozas ahora por estar llena de amor y de esperanza!

¡Oh, Esther, ayúdame!



Esther:

¿Cómo, Mi Señor?



Jesús:

Lleva Mi ternura a toda criatura que se te acerque.

Lleva Mi luz.

Lleva Mi compasión.

Llévame a Mí en ti y ellos serán salvados.

Ahora atiende a tu hijo y ofréceme tu renuncia a seguir escuchándome.

Te amo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario